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Soldado de Cristina Kirchner | Sergio Berni


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En la noche del martes 2, en el edificio Guardacostas, llegaban los gritos de los prefectos que cortaban la calle Eduardo Madero. La reunión para analizar cómo compensar administrativamente el desfasaje de los sueldos y retrotraer la situación al mes de agosto ya no tenía sentido.

 

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La demanda ya era otra: el petitorio exigía una nueva escala salarial, que se iniciaba con un mínimo de 7 mil pesos, y una serie de reclamos que que excedían la discusión técnica.

 

Un oficial de Prefectura intervino en la escena. “No se van a poder ir ... La situación está muy complicada afuera.

 

No podemos asegurar la salida”.

 

El secretario de Hacienda, Juan Carlos Pezoa y el ministro de Economía Hernán Lorenzino escucharon el alerta con preocupación. El secretario de Seguridad Sergio Berni se sacó los zapatos . “ Perfecto. Nos quedamos a dormir acá”.

 

Dos horas después Berni estaba en Olivos con la Presidenta, que acababa de regresar de urgencia de Perú y le requirió explicaciones. Berni informó que la situación ya era muy difícil de solucionar.

 

La cadena de mando estaba rota. Ya no había interlocutores en las fuerzas de seguridad que pudieran controlar la crisis. La tropa no les respondía. Al día siguiente, se decidió el relevo de las cúpulas.

 

Su rápido pasaje del Senado provincial a la Secretaría de Seguridad, decidido por Cristina Kirchner, tenía como fin resolver situaciones de seguridad que tuviesen impacto en la sociedad.

 

O ponerse al frente de las cámaras, generar impacto y lograr una capitalización política. Desde la Casa Rosada veían cómo el gobernador Daniel Scioli desembarcaba prolijamente con su ministro de Seguridad Ricardo Casal aún en las peores tragedias delictivas. El gobierno nacional quería personal propio para ocupar esa escena mediática. De aquella inseguridad que antes “no existía”, ahora había que “sobre-representar” su resolución .

 

Berni parecía tener la personalidad adecuada para ese escenario. Con su estilo rústico, suele moverse como una “unidad comando” y dar respuestas, muchas veces imprevisibles, en la emergencia.

 

A diferencia de su jefa, la ministra de Seguridad Nilda Garré, Berni había ganado experiencia en la calle, cuando condujo el área de “Asistencia crítica y Abordaje territorial” del Ministerio de Desarrollo Social. Alicia Kirchner lo había traído de Santa Cruz en 2003.

 

Desde ese cargo, negoció con piqueteros que se movilizaban frente al Ministerio. También intervino en el conflicto del Parque Indoamericano. “¿Sabés cuál es la diferencia entre un vivo y un inteligente?, se presentó ante el líder de la toma, Pitu Salvatierra, después de un cachetazo- . “Que un inteligente no se mete en problemas que no puede resolver.

 

Correte..!” . Y luego se quedó a dormir tres noches en el Parque, con su manual de “aislar a los duros e integrar a los dialoguistas”.

 

Berni, que practica filosofía oriental y suele ir al trote de su casa al trabajo para no perder entrenamiento, gusta de las negociaciones “cuerpo a cuerpo”: llegó a correr al líder del Movimiento Evita Emilio Pérsico por la Avenida de Mayo cuando consideró que no había respetado “un acuerdo de calle” .

 

Con su ingreso a la Secretaría de Seguridad, Berni pasó a controlar las operaciones de la Gendarmería, la Prefectura Naval, la Policía Federal y la Policía Aeroportuaria, y luego se le agregó el control de “Lucha contra el Narcotráfico”.

 

Se maneja con el mismo gesto que Scioli, visitando en hospitales a miembros de las fuerzas heridos en enfrentamientos. Aunque también participa en operativos nocturnos en villas por delitos de narcotráfico por los que, según confía a sus íntimos, está en la mira de los narcos por su política de saturación.

 

Berni, que vive solo en Buenos Aires y no tiene hijos, le gusta estar siempre en constante desplazamiento. Su estrategia de comunicación lo llevó en los últimos meses a exponerse a situaciones grotescas , como cuando condujo tres allanamientos, en “cuevas” de Liniers, Palermo y Nordelta que vendían dólares a valor “blue”. Desde su bunker de Paseo Colón creen que toda acción se justifica: “hay que estar siempre”.

 

Por la creciente conflictividad gremial y social de los últimos meses tomó resoluciones más extremas. Ordenó a la Gendamería que condujera camiones con nafta y gas oil para romper el bloqueo del gremio de Camioneros sobre un centro logístico de YPF. Y fue enviado a resolver el conflicto gremial en Cerro Dragón, Chubut, que había paralizado el principal pozo petrolero del país. En su ímpetu sobre el micrófono, también se le escaparon declaraciones alejadas del espectro “progresista” -vinculó la inmigración al delito y a la imposibilidad de deportar delincuentes extranjeros- sobre las que luego tuvo que retroceder para que no se lo acusara de “xenófobo”.

 

En el último día de agosto, con su pañuelo al cuello, al estilo del Coronel Kilgore (Robert Duvall) en Apocalipse Now , Berni bajó en helicóptero en la autopista Panamericana para intentar reducir a militantes que reclamaban por la actualización económica de las planes sociales en los municipios no kirchneristas o en conflicto con el kirchnerismo.

 

Berni llegó a destiempo.

 

El corte ya se levantaba y los militantes ya se estaban yendo. Pero para que la escena no perdiera espectacularidad, empezó a dar órdenes. Ordenes demasiado graves para un orden democrático. Retuvo los micros de los manifestantes y los condujo a la unidad militar de Campo de Mayo. “ La Gendarmería intervino sin orden judicial.

 

En Campo de Mayo pidieron nuestros documentos, chequearon nuestros antecedentes y luego fueron a nuestros domicilios a verificarlos que fuesen reales. Permanecimos desde las 2 de la tarde hasta las 8 de la mañana retenidos en el micro, con 10 menores encima”, indica Daniel Menéndez, de Barrios de Pie, a Clarín. Un procedimiento alejado de las “políticas democráticas de seguridad” del kirchnerismo.

 

En la noche del miércoles 3, Berni ocupó la sede del Ministerio de Seguridad, sobre la calle Gelly y Obes, y con la ministra ausente . Y mientras monitoreaba si los gendarmes estaban o no en los puestos de control, negoció con una delegación de líderes rebeldes durante toda la noche.

 

No pudo convencerlos de nada.

 

“El problema no es sólo el salario. La Gendarmería es una fuerza muy castigada, desplazadas de sus domicilios y con más stress en sus tareas. En el “Cinturón Sur” de la Capital Federal están trabajando al límite. Además quedaron muy traumados por el accidente cuando volvían de Cerro Dragón, que les dejó 12 muertos”, explica una experta del Ministerio de Seguridad.

 

En las últimas horas del sábado 6, pese a las versiones de una “baja” de Garré y un “ascenso” de Berni al frente del Ministerio, que circulaba con fuerza en medio del conflicto todavía irresuelto, uno de sus asesores desconfiaba del destino: “En situaciones de crisis como ésta, puede volar todo” .

 

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