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Preso por alimentar a un perro | Altamirano de 55 años en el caso Candela


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Altamirano, de 55 años, nunca había tenido problemas con la Justicia hasta que fue detenido por el caso Candela el 5 de septiembre del año pasado, cinco días después de la aparición del cuerpo. El era una de la dos personas (la otra es Gladys Cabrera, dueña de la casa de Kiernan) que tenían llaves de esa propiedad, donde supuestamente hallaron ADN de la nena .

 

El hombre vive hace 20 años en una casa de dos pisos en Charrúa 1081 de Hurlingham (a 300 metros de Kiernan 992) junto con su esposa, Nelly, que está peleando contra un cáncer de mama. No tienen hijos y aman a los animales.

 

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Altamirano cayó preso porque un testigo de identidad reservada declaró que una vez lo vio salir de la casa de la calle Kiernan y que en una uña tenía enganchado un pelo del mismo color que el de Candela . Otro testigo dijo que el carpintero también supo tener secuestrada a la nena en su propia casa y que llegó a escucharla rasguñando las paredes con desesperación.

 

El fiscal Marcelo Tavolaro usó esas pruebas para pedir su detención. Pero ahora la causa está bajo la lupa de la Cámara de Morón y ya le otorgaron la excarcelación a cuatro de los ocho imputados .

 

“La tía de Gladys vivió en la casa de la calle Kiernan hasta que en 2010 murió, con sólo 43 años. ‘Bobi’ era de ella”, explica Altamirano. “Como la mujer era muy amiga de mi esposa, desde su muerte empecé a alimentar al perro”.

 

Al ser detenido el carpintero fue llevado a la comisaría de Ituzaingó. “Apenas caí preso dije que no quería abogado porque yo era inocente y no lo necesitaba. Entonces me pusieron un defensor oficial. Pero este hombre no me creía que yo era inocente”, recuerda, mientras acaricia a uno de sus perros.

 

Según Altamirano, el abogado oficial le recomendó que declarara que él había sido el encargado de cuidar a Candela , pero que no la había matado. “Me decía que declarándome culpable iba a recibir una condena más leve. Por suerte después me empezó a defender Matías Morla”, agrega el hombre que usa unos gruesos lentes.

 

En medio de la entrevista, “Gabiota”, la perra más mimada por Altamirano, se le tira encima y con las dos patas de adelante le rasguña la camisa a la altura del pecho. “En la cárcel, cuando me revisó el médico, me encontraron las marcas que siempre me deja ‘Gabiota’ con sus patas. Entonces me inventaron que eso me lo había hecho Candela. Por suerte después pude demostrar que era mentira”, dice el hombre, abrazando a su perra.

 

Estando detenido Altamirano pidió poder trabajar. A partir de entonces, en la Alcaidía de La Plata fabricaba mesas y sillas de madera para escuelas municipales. “Nunca me mezclaron con otros presos. Los policías sabían que yo era inocente”, asegura.

 

Mientras estuvo preso, sus vecinos ayudaron a Nelly. “Llevaban comida a mi casa y me mandaban cosas a la cárcel.

 

Hasta llegaron a darle dinero a mi mujer para pagar la luz . Yo no sabía que me querían tanto. Ahora que estoy en casa voy a empezar a trabajar para mantenerme”, resalta. Su gratitud es evidente: en la puerta de su casa colgó un pasacalle. “Agradezco a mis vecinos y amigos que creyeron en mi inocencia”, dice. Aún le falta que le crea la Justicia.

 

 

[Clarin]

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