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La casa de candela convetido en un santuario, tras el entierro desaparece la madre


El_Tano

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El frente de Coraceros 2552, la casa donde vivía Candela, está lleno de carteles, flores frescas o marchitas, velas y estampitas de santos . El improvisado santuario atrae a curiosos que se paran a mirar el lugar, leen los mensajes y hasta se sacan fotos . Los vecinos lo esquivan, en cambio, porque les causa angustia el recuerdo de la nena muerta y sienten decepción por las sospechas hacia el entorno familiar. La madre tampoco volvió al lugar tras el entierro, hace cuatro días, y un vecina contó que el único familiar que pasó fue un hermano de Candela. “Vino hoy (por ayer) a llenar el tanque, porque hay unos departamentos que alquilan y los inquilinos se habían quedado sin agua”, contó la mujer a Clarín .

 

La vida tranquila de este barrio de Hurlingham se alteró a partir del 22 de agosto, cuando Candela desapareció a plena luz del día. A medida que pasaban los días, muchos vecinos y otra gente que se solidarizó con esa historia comenzaron a dejar velas y carteles de apoyo. Ahora, los que dicen “Devuelvan a Candela” se mezclan con los que dicen “Cande, que tu muerte no quede impune” .

 

Mientras tanto, en la comisaría del barrio, donde hace unos días fue agredido el comisario Hugo Matzkin, número dos de la Bonaerense, quedaron instalados en forma fija dos móviles del Grupo Halcón.

 

Luis Abarca, un hombre de unos 50 años, fue una de las personas que llegó hasta el frente de la casa ayer por la tarde. Vive a diez cuadras de ahí y no conocía a Candela ni a su madre. “Seguimos el caso por la tele y ya vinimos antes a prender una vela para que apareciera con vida. Me tocó mucho, porque esto es lo peor que le puede pasar a un padre , y encima a los que vivimos acá nos queda el miedo de que le podría pasar a cualquiera”, explicó Luis, que dijo que ahora venía a “rezar para que haya justicia”.

 

En menos de dos horas, la situación se repitió varias veces en ese lugar donde, al caer la noche, se encienden las luces de los móviles de televisión que hacen guardia.

 

Una mujer llegó en un remís y se bajó al santuario junto al chofer antes de seguir camino. Otro grupo llegó en un auto, hicieron fotos con el celular y se persignaron antes de irse . También hubo una pareja que llegó en una moto con patente paraguaya y se quedó un rato. “Nos conmocionó mucho, somos padres, disculpá pero no puedo ni hablar”, comentó la mujer, que se retiró del lugar llorando.

 

Entre los vecinos, sin embargo, el lugar se volvió un fastidio. Casi nadie quiere hablar con la prensa ni salir a la calle. Los que lo hacen, piden que no se dé su nombre. “Muchas madres le han prohibido a los chicos que salgan, en parte por miedo y en parte porque a los nenes que jugaban con Candela les produce muchísima angustia ver el santuario”, explicó Laura, una vecina de la cuadra.

 

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El barrio ha vivido en carne propia la búsqueda de la chica, que involucró a más de mil policías, perros entrenados, decenas de móviles y hasta helicópteros. El miércoles pasado, el cuerpo de Candela fue hallado por dos cartoneras en un descampado ubicado a unas 30 cuadras de la casa de ella y la principal hipótesis es que hasta entonces la tuvieron cautiva en alguna casa de la zona . Una vecina que no quiso dar su nombre dijo que el resultado de todo eso “no sólo es la angustia por el final del caso, sino también una sensación de temor que queda colgando ”.

 

Las guardias de periodistas, los patrulleros estacionados las 24 horas, los curiosos que pasan y miran, el recuerdo de Candela. “Con todo esto, el barrio se dio vuelta”, concluyó otro vecino.

 

 

VIA

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Las pistas que apuntan al entorno familiar de la nena van en dos direcciones. La principal, adelantada ayer en exclusiva por Clarín , tiene que ver con el secuestro de una tía de Candela.

 

Esa línea apunta hacia una banda mixta (integrada por civiles y policías) que se dedicaba a secuestrar narcos de la villa Korea, de San Martín. La tía de Candela, secuestrada hace dos meses, vive ahí. También es de villa Korea la mamá de la nena.

 

La otra línea que apunta al entorno familiar investiga un posible ajuste de cuentas dirigido al padre de Candela, Lauriano Rodríguez, preso por piratería del asfalto. Carlos Telleldín, su abogado, dijo ayer que Rodríguez “no tiene la más mínima idea” de por qué mataron a su hija.

 

“Es un perejil, no se relaciona con delincuentes pesados”

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